, ,

Entrevista al psicólogo Juan Carlos Albaladejo en La Vanguardia: Perder para Ganar

Como sabéis, Juan Carlos y Esperanza Psicólogos en Barcelona atendemos a adultos, parejas, y niños; hemos observado que uno de los aspectos que más prevalece y afecta al individuo es la frustración, la impaciencia y el sentimiento de pérdida, lo cual muchas veces impide ver que perder hoy es la victoria de mañana. El problema añadido es que esto mismo lo transmitimos a nuestros hijos.

Este artículo, del año 2007, contiene reflexiones y recomendaciones acerca del perder y del ganar que siempre es bueno tener presentes, por lo que hemos decidido “rescatarlo” para nuestro blog.

Diario: La Vanguardia Fecha: 29/10/2007
Artículo de: Jordi Jarque.

Los mayores éxitos vienen de la capacidad para aprender de los errores. Pero a menudo los padres lo olvidan cuando se trata de sus propios hijos, y les evitan situaciones desagradables, por otra parte fundamentales, para superar los futuros vaivenes de la vida.

Hay que aprender a perder para poder ganar. Pero no es tan fácil mantener esta afirmación cuando quienes pierden son los hijos. “El problema es que no permitimos que los hijos fracasen, que pierdan, los hemos blindado emocionalmente”, asegura Gregorio Luri, filósofo y pedagogo, y padre de dos hijos de 22 y 25 años. “Es uno de los grandes dogmas de nuestros tiempos –dice–, así que si un padre o una madre permiten que su hijo, por ejemplo, se frustre y no consiga algo que desea (es el equivalente a perder), en seguida corre la sombra de la culpabilidad y tienen que justificar sus decisiones sobre sus hijos ante los demás o ante sí mismos”.

Es difícil aceptar que no está mal perder, siendo como es un trampolín necesario para superar futuras dificultades. Hay que estar muy seguro de sí mismo. “La raíz está en la propia debilidad emocional de los padres que no se ven capaces de resistir el conflicto de mantener un criterio distinto –añade Salvador Cardús, sociólogo–. Actualmente en nuestra sociedad no hay modelos claros. Y los que despuntan sólo contemplan el éxito inmediato”. En Estados Unidos los sociólogos están dando las primeras señales de alarma, comenta Cardús. “La era de la globalización permite que circulen mensajes totalmente contradictorios y eso confunde a los padres que están demasiado pendientes de lo que dicen los expertos”.

Encarna Salvador, secretaria general de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnos (Ceapa), asegura que “el error común de los padres es creer que los hijos son una proyección de nosotros mismos, así que en seguida nos decimos: que no le pase a mi hijo lo que me ha pasado a mí, que no sufra las privaciones que yo he vivido en mi infancia. Y esto es fatal, no dejamos que nuestros hijos cometan ningún error, no les damos la oportunidad de que aprendan de los errores. Sólo queremos hijos perfectos”. Y los hijos perfectos no existen.

Son como son. Son proyectos de seres humanos que tienen que aprender de sus propias limitaciones. Su campo de batalla es la vida, y como tal es un devenir constante: se gana, se pierde, se gana, se pierde. “No se me malinterprete cuando digo que es necesaria la disciplina para afrontar todo lo que disgusta y salir reforzado. La vida es disciplina: el despertador que suena, levantarse, ducharse, trabajar. Son hábitos y rutinas que los hijos tienen que incorporar”. Se nos ha metido en la cabeza el glamour y la vida fácil, donde todos los caprichos son satisfechos. ¿Dónde está aquí la cultura del esfuerzo, esa que nos permite caer y volver a levantar? “No solamente pasa en España, conozco familias que viven en Francia y Suiza y aseguran lo mismo”, añade.

Pero no en todos los países es igual. Gregorio Luri asegura que el modelo inglés ha preservado el valor de la disciplina, igual que en algunas escuelas francesas de elite, de donde salen los futuros gobernantes de empresas y países. Y no es cuestión de presupuestos. En Finlandia los profesores están mal pagados, pero se les respeta, hay un gran sentido del esfuerzo y la disciplina. “Pasa sobre todo en las sociedades protestantes europeas –comenta– donde la educación no es un derecho, sino un deber. Considerar la educación como un derecho es una perversión porque la convierte en un objeto de consumo que se usa según plazca. Y no. Es un deber”. El catedrático de Ciencias de la Educación en la Universidad de Granada y doctor en Teología Enrique Gervilla comenta que los términos tales como esfuerzo, autoridad, disciplina, voluntad, obligación… en España han sido relegados por su vinculación a valores propios del nacionalcatolicismo, y en su lugar han tomado fuerza el interés, la libertad, la motivación… “En el fondo, la pedagogía del interés ganó la batalla a la pedagogía del esfuerzo”, dice Gervilla. Y el deseo de pasarlo bien sin hacer nada se ha ido instalando en la sociedad. La expresión “la cultura del pelotazo”, acuñada hace unos pocos años, sintetiza esa admiración por “conseguirlo todo en el mínimo tiempo y con el mínimo esfuerzo”, comenta Gervilla.

Aunque esa oposición entre ambas concepciones se va diluyendo como constata Elena Martín, profesora de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. Durante bastantes años ha prevalecido el modelo autoritario caracterizado por “control, sí; afecto, no”. De ahí se ha pasado al modelo permisivo “nada de control; afecto, sí”. Y ahora se está intentando conquistar “lo que nosotros llamamos modelo democrático: afecto, sí; pero control también”. Este control implica límites, respeto, normas de convivencia donde hay que aprender a ceder. Esta formación del carácter dará la fortaleza de ánimo necesaria para sacar partido a las primeras derrotas, a los primeros suspensos del colegio y de la vida. Pero “cuando hablas con padres y madres nadie ve que sus hijos tengan problemas para gestionar la derrota –asegura Xavier Guix, psicólogo clínico especialista en programación neurolingüística– y, en cambio, todo el mundo habla de que los niños ahora están sobreprotegidos”. ¿Qué actitudes permiten identificar si un hijo está preparado para superar con éxito las frustraciones? Xavier Guix da unas indicaciones básicas para darse cuenta de cuál es la situación del niño. Primero hay que preguntarse si el hijo es capaz o no de esperar una gratificación. Por ejemplo, se le ofrece por la mañana aquel caramelo que más le gusta diciéndole que en lugar de uno puede tener dos si espera hasta la tarde. En segundo lugar hay que observar si toma iniciativas o prefiere pasar horas frente al televisor o la videoconsola. Y, por último, ver si se enfrenta a las situaciones o por el contrario tiene una actitud evitativa en relación con lo que no le gusta. Esta actitud evitativa alimenta las ansiedades, los miedos y las fobias. “Con estas indicaciones –dice Xavier Guix– es posible darse cuenta de qué sendero está tomando nuestro hijo, nos guste o no”.

El problema es que padres y madres tienen que cambiar el chip, incluso de sí mismos, asegura Juan Carlos Albaladejo, psicólogo y psicoanalista experto en sandplay ( juego de arena). Para empezar “es una barbaridad no permitir que un niño se equivoque”. “Parece –sigue diciendo– que se haya olvidado que la humanidad avanza gracias al ensayo-error, y se interpreta que fracasar es una experiencia horrorosa”. Y no es tan malo, todo lo contrario, “gracias a que nos equivocamos y perdemos, aprendemos a resolver los problemas que en un futuro puedan presentarse. Imaginemos un niño que crece sin perder nunca, todo lo acierta a la primera. Horror. Cuando tenga el primer problema esta persona se quedará paralizada”. A nadie le  gusta perder, pero es necesario adquirir estrategias para hacer frente a cualquier situación. “Los primeros que temen enfrentarse a una situación difícil son los propios padres. Por   ejemplo, contemplé la siguiente escena: una madre y su hija están en un parque infantil donde hay columpios. La niña se golpea sin querer con un niño, y la madre coge a su hija y se la lleva de aquel lugar diciéndole que ya no volverán ahí. Fatal. Era una oportunidad para que la madre enseñara a su hija qué hacer para evitar golpearse (establecer estrategias) y relativizar el daño sufrido. Se huye de la escena en lugar de afrontarla”. Es una verdad incómoda “pero los padres son los primeros en tener que cambiar. Tratamos a los niños como un reflejo de nosotros, así que les proyectamos nuestros deseos y miedos. La primera pregunta es cómo tratar a nuestro niño interior. Todos tenemos un niño y niña interior, es nuestra parte infantil. Si no queremos reconocerlo, lo saboteamos. ¿Cómo? O exigiéndonos tareas imposibles o sobreprotegiéndonos para evitar que nuestro niño interior se queje y lo descubramos. Y eso lo plasmamos externamente en nuestros hijos. De alguna manera nuestros hijos no existen como individuos que cometen errores. No queremos problemas. No queremos que se equivoquen. Los queremos perfectos, de anuncio. Y eso es un grave error. Dejemos que nuestros niños se equivoquen, se frustren, lloren y aprendan”. Es el futuro.

La bombilla

1879. La idea de la bombilla fue del químico británico sir Joseph Wilson Swan, pero tras la frustración en su intento para que funcionara, abandonó. No consiguió que el filamento de la bombilla no se quemara. Thomas A. Edison retomó entonces la idea, y a pesar de los continuos fracasos, persistió. Realizó más de mil intentos. Un ayudante suyo le preguntó si no se desanimaba ante resultados tan negativos. Y respondió: “¿Negativos?, ahora ya sé mil maneras de no hacer una bombilla”. En 1879 hizo la primera demostración pública de la bombilla incandescente

Las “post-it”

1980. La nota autoadhesiva amarilla fue también fruto de fracasos. Todo empezó en 1974 cuando Spencer Silver, que trabajaba en 3M, probaba mezclas para conseguir una cola muy resistente. Fracasó porque se adhería muy poco, pero como el material era muy caro lo guardaron. Tiempo después, otro investigador de 3M, que cantaba en un coro, buscaba la manera de que los papelitos que metía entre las partituras no se le cayeran, y se acordó del pegamento de su colega. Pensó que como no enganchaba demasiado no estropearía las partituras. Así nacieron las “post-it”

PEQUEÑOS RETOS FÍSICOS

El cuerpo físico también necesita ensayar y equivocarse para aprender y desarrollarse. Según la edad del niño tendrá que hacer frente a unos retos u otros. Una vez más, si se le evita este tipo de aprendizaje por una mal entendida protección del niño se hará un flaco favor en su desarrollo. He aquí unas pautas muy generales:

Entre 0 y 3 años Estimulación del equilibrio. Gatear, levantarse y caer

Entre 3 y 6 años Pequeños paseos (a los 6 años se recomienda paseos de una hora). Saltar, trepar y columpiarlo. Triciclo y bicicleta

Entre 6 y 11 años Juegos de puntería y artes marciales. También puede iniciarse en juegos de equipo

1 comentario
  1. Jose
    Jose Dice:

    Totalmente de acuerdo!
    El tema de la bombilla de Edison es lo que siempre pienso cuando estoy intentando hacer algo nuevo y no estoy teniendo los resultados que deseo!

    Saludos!

Los comentarios están desactivados.