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Camino de Santiago y Terapia Junguiana

El Camino de Santiago es un viaje exterior cuyo propósito es un viaje hacia Uno Mismo (viaje iniciático). Pero no sirve para nada si tu mente está dispersa o tienes rasgos obsesivos de consideración, pues ello te apartará del camino aunque físicamente estés en él. Es imprescindible trabajarlo en terapia primero, sobre todo en la terapia o análisis junguiano, pues su objetivo es también realizar un viaje interior. Voy a ilustrarlo con esta experiencia:

Era un hombre amante de viajar a tierras lejanas, de recorrer senderos no frecuentados por los turistas. Acudió a Esperanza Psicólogos en busca de orientación después de diversos fracasos amorosos, tenía problemas en la relación con las mujeres. En seguida descubrí miedos, rasgos defensivos de control y represión, y rasgos obsesivos, pero, como suele suceder al inicio de un proceso terapéutico, él no acababa de verlo con claridad (sobre todo porque esos síntomas no eran graves).

A los pocos meses se planteó la posibilidad de adelantar sus vacaciones y realizar el Camino de Santiago. Me dijo que ya lo había hecho ¡6 veces!, y que esta vez quería recorrerlo por una nueva ruta. Le pregunté qué había descubierto de sí mismo, y me miró perplejo… “nada”. ‘¿Nada?’, le respondí. ‘Se supone que el Camino de Santiago es un viaje iniciático, no se trata de que acabes levitando, sino de que, por lo menos, descubras algo de ti mismo de lo que no eras consciente hasta entonces’. Pues no. Sólo fue consciente de lo bonita que es la Naturaleza. Y, tras hablar de ello, se dio cuenta que en ninguno de los 6 viajes tenía la mente abierta hacia sí mismo.

Le comenté si estaría de acuerdo en no adelantar sus vacaciones (sería esperar un par de meses más), para así hacer el Camino con más tiempo de proceso terapéutico ‘a sus espaldas’, puesto que yo creía que así estaría mejor preparado para aprovechar los beneficios del Camino. Estuvo de acuerdo, no necesitaba apresurar las cosas.

Llegó el momento, partió, esta vez por el Camino Portugués desde Lisboa, y estuvo más tiempo de lo que él creía. Cuando reemprendió la terapia, compartió conmigo su experiencia, que esta vez fue muy buena. Lo primero que me dijo fue “he sido consciente de mis bloqueos, mis obsesiones, cómo se me va la mente y hace que me pierda… ¡ahora entiendo lo que me decías! Es el séptimo Camino, y es la primera vez que he asumido mis miedos, mis soledades, mis obsesiones…” “Me obsesioné, antes de ir, en reservar los albergues, para estar seguro de que tendría sitio… y no era necesario… ¡si el segundo día dormí a la intemperie, porque quise!. Y todo sin problemas”

Gracias al trabajo previo que hicimos con sus sueños, y con su vida cotidiana, intentando que se viera “desde fuera” y ampliara la comprensión de sí mismo, por primera vez pudo aprovechar el viaje exterior y convertirlo en un viaje interior (que es de lo que nos ocupamos en la terapia junguiana). Llegó a decir cosas que parecen extraídas de los libros y de las teorías, pero eran mucho más valiosas puesto que las había VIVIDO en sí mismo. “Hay momentos en que no vale la pena dar vueltas, los problemas se resuelven solos”

Y me explicó cómo aplicó lo que muchas veces le dije, pero no acababa de comprender: dejarse ir, soltar…

Uno de los ejemplos fue, primero, que  a una persona le regaló un objeto con el que estaba muy encariñado: la flecha amarilla que indica la dirección del camino, una flecha hecha con papel maché que no la ha visto en ningún otro lugar fuera de donde la compró. Y ya entonces pensó en que a la vuelta me lo tenía que explicar, puesto que ese acto de desprenderse (soltar…) era nuevo para él.

Días después quería ir a visitar un lugar, pero ello le implicaba separarse de la compañía que llevaba y de la ruta… o iba a ese lugar, o iba al albergue, ambas cosas no podían ser…  respiró, y empezó a llover. Eso, por primera vez, lo vio como una respuesta, renunció a su rigidez y fue al albergue. Una vez allí, después de participar en el pequeño grupo que eran, vio que entonces se daban las circunstancias adecuadas para ir a ese lugar, y partió. Sin prisas. Sin obsesión en llegar. En el camino se topó con una anciana aldeana y, para su sorpresa, inició una conversación con ella que le llevó un buen rato, y de la que extrajo una enseñanza de vida. Después llegó al lugar, el Monasterio de Herbón, un monasterio hospitalario cercano al pueblo de Padrón pero alejado del camino habitual; no sabía si habría sitio para él, pero por primera vez ni sentía temor ni le importaba. Le recibieron cariñosamente, y había sitio para hospedarse.

Pero eso no fue todo; para finalizar esa experiencia, la mañana del  día siguiente tuvo la mayor alegría. En el desayuno en el monasterio, como sorpresa para los pocos que allí había, les regalaron… la flecha amarilla del peregrino, hecha con papel maché… “¡Lo que di con generosidad me volvió!” Acababa de entender, mejor dicho, vivir, lo que es dejarse ir y fluir con la vida. El análisis junguiano y el Camino de Santiago se habían conectado.

Y, ¡qué curioso!… ¿sabéis que la finca de Carl Gustav Jung, a orillas del Lago de Zürich, está bien cerca del Camino de Santiago (Jakobsweg) Suizo?

 

Juan Carlos Albaladejo

Psicólogo Psicoterapeuta

Analista Junguiano

Esperanza Psicólogos en Barcelona

1 comentario
  1. Maca
    Maca Dice:

    Es una reflexión preciosa, el proceso de individuación que realizamos con nuestro analista nos permite descubrir las joyas de nuestro inconsciente, que nos permite ver la vida con mayor sentido.

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